Me da mucha pena la situación que vive
Zimbawe, de unos años hasta hoy. Un rico y bello país que lo "tenía" todo para ser uno de esos destinos turísticos, donde la oferta de actividades y lugares por recorrer, para el posible turista, era de lo más variada e interesante.
Hoy día, mal dirigido desde su independencia por
Robert Mugabe, es un país sumido en una inflacción terrorífica ( el año 2008 se disparó a un 231 millones por cien), y con graves problemas de salud ( epidemia de cólera que no son capaces de cortar) y con unas relaciones externas casi nulas, lo que hacen que sea un país, rico en materias primas, pero con una situación humana crítica por la incapacidad de su gobernante.
Tuvimos la suerte de ir, en 1997, en una ruta circular que empezaba en
Harare, y recorriendo los lugares más representativos de Zimbabwe, Botswana y Namibia, regresaba a la antigua Salísburi, la principal ciudad y capital de aquel país que, cuando siendo colonia de Gran Bretaña, lo estudiábamos en el bachillerato con el nombre de Rhodesia.
Fue mi mujer la que eligió ese año el destino de nuestras vacaciones veraniegas; y ella, gran conocedora de los principales atractivos del África Austral (llámense los principales parques naturales, donde poder observar en total libertad los animales más representativos del continente africano), se decidió por un viaje, en una especie de todoterreno carrozado; sin ventanas de cristal, y con unas cortinas de plástico duro para poder ver y levantar rápidamente cuando ves algún animal. Podía albergar en su interior a una docena de pasajeros, contando el conductor y el guía; durmiendo en tiendas de campaña; y, donde los cocineros éramos cada uno de los 1o viajeros que compartimos, durante 4 semanas, ese espectacular circuito.
Dentro de Zimbabwe, el principal atractivo son las ruinas del
Gran Zimbabwe, y las estruendosas Victoria Falls; lugar desde donde se pueden realizar un amplio abanico de actividades; que van, desde paseos en barca por la parte donde se precipita el agua, hasta viajes en helicóptero por toda la extensión de estas, pasando por un par de ellas (para personas osadas y con nervios de acero) cual son el bangee jumping, desde el puente internacional que separa y une Zambia con Zimbabwe, hasta el famoso rafting del río Zambeze, uno de los pocos que hay en el mundo de grado 5 (el grado máximo para que un rafting se pueda hacer de forma comercial).
El
bangee lo dejamos para otra vez. Pero, 4 de los viajeros, nos decidimos a realizar el rafting; entre ellos estaba mi mujer. Los nombres de los diferentes pozos tienen nombres tan singulares ( y tan alentadores ) como: "La gloria de la mañana", "El inodoro del diablo", "Los viajes de Gulliver", "La lavadora", "El suicidio comercial" ó "Terminator".
Después de unas instrucciones prácticas, por el monitor de cada una de las balsas, iniciamos el descenso. En la "Gloria de la mañana" la balsa fue volteada violentamente; los 8 ocupantes de la misma nos vimos envueltos en una turbulencia submarina que duró unos interminables segundos, durante los cuales, dábamos vueltas como si fuéramos piezas de ropa dentro de una lavadora de 1600 revoluciones. Cada uno, como pudo, fue buscando algún sitio al que asi
rse; hasta que, poco a poco, fuimos subiendo otra vez a la balsa, bastante fatigados por el esfuerzo. Al tercer rápido ya habían desertado aquellas personas que veían que iba en serio aquello de que, junto con el del Bio Bio en Chile, el Kaituna River en Nueva Zelanda, el Chirripo en Costa Rica, y el río Colorado en EE.UU son para expertos y atrevidos. Si no bajabas allí, ya no podías bajar hasta el campamento donde nos avituallaron al mediodía. La balsa ya no volvió a volcar más, pues intentamos ponerle muchas ganas en cada rápido ( a la fuerza ahorcan); pero varios de sus ocupantes cayeron al agua más veces. Y, en cada caída, la adrenalina subía, y el agotamiento acababa extenuando a aquellos que se veían envueltos otra vez por la espuma blanca de los impresionantes pozos del río. Yo tuve la fortuna de no volver a caer al agua, pero pase bastante miedo; y, después de comer, estuve cerca de no seguir, pues era el último lugar donde podías abandonar. Fue una comida inolvidable; por el lugar y por las sensaciones que sientes en esos momentos, sabiendo que aún te esperan algunas horas más y algunos kilómetros de río por recorrer (fueron más de 22 kilómetros); y donde tienes que sacar, en más de una ocasión la balsa, del agua, para no pasar por algunos rápidos de más de grado 5, no aptos más que para profesionales y...
A añadir a la experiencia, un par de cosas más, relacionadas la primera con la segunda. La organización de la actividad es muy buena por parte de la empresa con la que contratamos,
Shearwater Adventures. Delante de las balsas van unos piragüístas que se encargan de recoger a las personas que caen al agua, aunque también, los ocupantes de las balsas, recogíamos a otros participantes, cuando estábamos esperando a que pasaran los rápidos las demás balsas; pues pasan de una en una, y hasta que no están controladas las personas que han caído, y el guía de cada balsa no da el OK, la siguiente balsa no inicia el descenso. La otra cosa es que, el hecho de ir unos piragüístas por delante, y esperar en las zonas encalmadas, para recoger a los náufragos de cada una, se debe también, a que, en esas zonas, en sus orillas, hay unos saurios esperando a su "almuerzo". Se trata de los cocodrilos del Zambeze; unos animales que no te dicen cuando contratas que están ahí, pero que están. Os puedo asegurar que los vimos; y de un tamaño considerable.